La insulsa vida de las palabras

Obras como La vida secreta de las palabras hubieran allanado a los funcionalistas rusos la paciente tarea de clasificar a las historias en diferentes patrones. Su labor se hubiera visto reducida a un puñado de estructuras.

Los realizadores de la película creyeron, de forma errónea e inocente, que bastaba con incluir un escenario fuera de lo común (una plataforma petrolífera) para convertir una historia súper trillada en un clamor exultante de vida.

El resultado: personajes anodinos que no aportan nada, el tránsito permanente por lugares comunes, otra vez el mismo hombre convaleciente que se enamora de su enfermera…

Por suerte, Tim Robbins será recordado por obras maestras como Cadena perpetua, de Stephen King, y no por bálsamos soporíferos de Isabel Coixet, como este.

El lugar reservado en la historia para La vida secreta de las palabras será junto a los documentales de la 2, como efectivo arrope cuando Morfeo se resista a ofrendarnos una plácida digestión junto a las mantas.

2 Respuestas a “La insulsa vida de las palabras

  1. discrepo profundamente!:P

  2. Ya era hora que discrepáramos en alguna película, en algo. Pero sostengo lo mismo…Quizás deba cambiar los ojos con los que la miro…

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